El tercer ataque contra una mezquita en pocas semanas ha dejado un nuevo reguero de muertos. Esta vez ha ocurrido en la provincia oriental de Nangarhar, con el templo de Spin Ghar abarrotado a la hora del preceptivo rezo del viernes, una explosión dejó al menos tres muertos y decenas de heridos, según medios locales.
Qari Hanif, portavoz del Gobierno afgano, atribuyó la matanza a un paquete bomba colocado en el lugar. Ninguna organización lo ha reivindicado: todos señalan al Estado Islámico.
Otros recuentos de medios locales elevan la cifra de víctimas mortales a 17, si bien este número no ha podido ser verificado independientemente. Las pocas imágenes publicadas del suceso, ocurrido en una zona remota, mostraban las alfombras de las mezquitas cuarteadas por los cascotes y la sangre.
Fuentes del gobierno talibán, cada vez más acuciado por los zarpazos de sus enemigos terroristas, han confirmado una matanza que, a diferencia de las anteriores, ha sido contra una mezquita suní.
El pasado 8 de octubre, un atacante suicida estalló en medio de la congregación de fieles de la mezquita de Said Abad de Kunduz, al norte del país. Dejó al menos 55 muertos.
Sólo una semana después, dos hombres bomba afiliados al IS penetraron en un templo chiíta de la provincia sureña de Kandahar, donde tenía lugar un oficio especial por las víctimas de la semana anterior, y detonaron sendas cargas explosivas. El resultado fue otro medio centenar de muertos.
