SEGÚN THE ECONOMIST, EL MUNDO ESTÁ AL BORDE DE UNA CATÁSTROFE ALIMENTARIA

La situación alimentaria del mundo ya era frágil y la invasión rusa y la guerra en Ucrania podrían llevar al mundo a una “catástrofe alimentaria”, con hambrunas masivas y la muerte de centenares de millones de personas, alertó en su último número la revista The Economist.

En tapa, en un editorial y en una nota adicional, la influyente publicación británica describió el destructivo combo que para la regular producción, comercio y provisión de alimentos conforman la invasión rusa y la guerra en Ucrania, el bloqueo de los puertos ucranianos, las sanciones comerciales derivadas de la guerra, la sequía en áreas y países clave, el encarecimiento y escasez de fertilizantes, el aumento del precio de la energía y las restricciones que algunos países aplican al comercio de alimentos.

“Se necesita el mundo para alimentar el mundo y la manera en que se hace es a través del comercio”, dice una crónica con reportes de varios países. Y precisa: “según algunas estimaciones, cuatro quintas partes de la población global vive en países que son importadores netos de alimentos. Más del 20% de las calorías del mundo y más del 18% del grano, cruza al menos una frontera desde la cosecha hasta un plato de comida”.

La guerra está dañando ese sistema global de alimentación, que ya había sido golpeado por la pandemia, el cambio climático y la crisis energética. “Las exportaciones de cereales y oleaginosas de Ucrania están prácticamente frenadas, y las de Rusia están en jaque por las sanciones”, dice el editorial de la revista. Esos dos países, precisa, “suministran el 12% de las calorías que se intercambian globalmente”.

Gran parte del artículo pivotea sobre el caso del trigo, que ilustra la tapa de la edición semanal y cuyo precio “subió 53% desde principios del año pasado y experimentó un salto adicional del 6% el 16 de mayo, cuando la India anunció la suspensión de sus exportaciones de ese cereal, debido a una alarmante ola de calor en la región”, dice un pasaje.

Pero el problema va mucho más allá del aumento de los precios. Al respecto, la revista cita al secretario general de Naciones Unidas, Antonio Gutiérrez, quien el miércoles pasado advirtió sobre “el fantasma de una escasez global de alimentos” que podría durar varios años. “El alto costo de los alimentos de primera necesidad ya ha hecho que se dispare de 440 millones a 1600 millones el número de personas que no tienen garantizada su alimentación básica. De ellos, casi 250 millones están al borde de la hambruna”, otro tramo del editorial.

De hecho, Gutiérrez criticó la “ética” de la decisión de la India, el segundo productor mundial de trigo, de restringir la exportación de alimentos (crítica que alcanza también a la Argentina), al igual que la embajadora de EEUU ante la ONU, Linda Thomas-Greenfield, quien señaló “estamos alentando a los países a no restringir las exportaciones, porque cualquier restricción exacerbará la escasez de alimentos”.

Al respecto, The Economist cita que desde el inicio de la guerra 23 países impusieron “restricciones draconianas a sus exportaciones de alimentos, que en conjunto cubren el 10% de todas las calorías comercializadas a nivel mundial”. A su vez, advierte, “más de una quinta parte de todas las exportaciones de fertilizantes están restringidas. Si el comercio se detiene, llegará la hambruna”.

Por cierto, nadie está totalmente exento de culpas, pues una de las respuestas de EEUU y sus aliados ha sido la imposición de sanciones comerciales a Rusia.
Rusia y Ucrania proveen 28% del trigo comercializado a nivel mundial, 29% de la cebada, 15% del maíz y 75% del aceite de girasol y juntas aportan cerca de la mitad de los cereales que importan Líbano y Túnez y dos tercios de lo que importan Libia y Egipto.

“Si como es de esperarse la guerra se extiende en el tiempo y las exportaciones de alimentos de Rusia y Ucrania siguen siendo limitadas, cientos de millones de personas más podrían caer en la pobreza, con la consecuente inestabilidad política generalizada, niños con problemas de desarrollo y gente en la inanición”, dice The Economist. Rusia y Ucrania, precisa, proveen 28% del trigo comercializado a nivel mundial, 29% de la cebada, 15% del maíz y 75% del aceite de girasol y juntos aportan cerca de la mitad de los cereales que importan Líbano y Túnez y dos tercios de los de Libia y Egipto.

Solo la exportación de alimentos de Ucrania, agrega, proporciona las calorías necesarias a 400 millones de personas. “Pero la guerra está interrumpiendo estos suministros porque Ucrania ha minado sus aguas para disuadir un asalto ruso por mar y Rusia mantiene bloqueado el mítico puerto de Odessa”.

Así las cosas, infiere el editorial, “el escenario está listo para las acusaciones mutuas: Occidente echará la culpa a la invasión de Putin, y Rusia echará la culpa a las sanciones de Occidente”. Es cierto, agrega, que las disrupciones son principalmente resultado de la invasión de Putin y algunas sanciones las han exacerbado. El riesgo es que esa discusión se convierta en un camino a la inacción. En cuyo caso, “millones pasarán hambre, y muchos morirán”.

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