Después de cinco siglos, las corridas de toros podrían quedar desterradas de la Ciudad de México por una iniciativa parlamentaria que confronta las tesis del maltrato animal y el derecho de las minorías.
Aunque el debate no es nuevo en la ciudad –que alberga la plaza de toros más grande del mundo, para 50 mil espectadores–, es la primera vez que el Congreso local vota a favor de prohibir la fiesta brava.
Solo falta una votación en el pleno, sin fecha establecida, tras el aval en diciembre pasado de la Comisión de Bienestar Animal, que al mismo tiempo abrió un diálogo con los afectados.
Equiparando su causa con la de la comunidad LGBTI o por la despenalización del aborto, los taurinos afirman que se vive una “época de respeto a las minorías” y al “libre pensamiento”.
La CDMX es también un baluarte progresista, pionera en cuestiones como el matrimonio igualitario o el aborto legal, además del reconocimiento de los animales como sujetos de derecho y trato digno, según la constitución local de 2017.
Proponen que las iniciativas que buscan abolir los espectáculos donde los animales reciben maltratos hasta morir sean debatidos desde una perspectiva de “libertades” y no de “gustos, modas o lo políticamente correcto”.
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